De las heridas a la esperanza: la transformación de Cari y Andrés en Villa Regina
Cari y Andrés, actuales líderes de la iglesia CEMHEC en Villa Regina, cuentan cómo sus vidas fueron transformadas por Jesús desde experiencias personales de dolor, pérdida y redención. Su historia inspira a quienes buscan un nuevo comienzo, y evidencia cómo Dios puede usar el pasado para impulsar un propósito mayor.
Cari fue criada en el evangelio desde los siete años en la iglesia CEMHEC. Sus padres fueron enviados como pastores a Regina, y junto a ellos, formaron los primeros miembros de la congregación. Ante la falta de músicos, comenzaron a cantar en el coro, y allí fue donde Cari y Andrés se conocieron y enamoraron. Desde jóvenes, les inculcaron el amor por Cristo y la vida en la fe, pero la historia de Cari tomó otro rumbo durante su adolescencia.
A los 17 o 18 años, Cari decidió alejarse del evangelio. Dejó los instrumentos, la iglesia y le dijo a su padre que ya no seguiría. Eligió vivir su vida a su manera, sin dirección espiritual, y enfrentó las consecuencias de sus decisiones. Pasó por momentos duros y dolorosos, hasta que por su propia voluntad, sin que nadie se lo contara ni lo viviera por ella, decidió volver a Jesús. Comprendió que su fe debía surgir de una experiencia propia, no de lo que otros decían.
En medio de esa búsqueda, conoció a Andrés en la iglesia. Él también había llegado muy golpeado por la vida, con un pasado marcado por el dolor. Juntos comenzaron un noviazgo que rápidamente culminó en una boda. Con el tiempo, formaron una familia y nacieron sus tres hijos. Durante este crecimiento personal y familiar, comenzaron a asumir el liderazgo en la obra de Villa Regina. El llamado de Dios se hizo evidente y aceptaron con amor, pasión y visión el desafío de guiar a otros.
Cari recuerda una pregunta que le hizo a una inteligencia artificial: “¿Qué harías si fueras el diablo para romper las mentes de esta generación?”.
La respuesta fue sorprendente por su precisión: desunión, confusión, falsas expectativas, distracciones digitales y recompensas momentáneas. Todo eso —dice— es lo que está afectando a la juventud actual y está muy lejos de lo que representa el amor de Dios.
Andrés tiene hoy 44 años. Conoció a Jesús a los 29, luego de una vida marcada por el alcohol, las drogas y la pérdida de una familia. Su conversión no fue inmediata ni fácil; fue un hombre reacio, duro de corazón. Pero fue precisamente en el dolor y las caídas donde encontró a Dios. Lleva más de 15 años caminando en fe, y su vida fue completamente transformada. Dice sentirse identificado con Saulo por su pasado y por la nueva vida que Dios le mostró.
Actualmente, Andrés y Cari lideran la iglesia de CEMHEC en Villa Regina. Su experiencia personal les permite conectarse profundamente con jóvenes y personas que llegan con adicciones y heridas. Andrés reflexiona que muchas veces sólo vemos la parte de atrás de la flecha —el comportamiento destructivo— pero no la punta, que representa el dolor interno. Él la descubrió en su propio corazón: rencor, odio, heridas profundas. Y fue Jesús quien lo sanó, cambiando su mentalidad y su destino.